El verano de 2018 ha venido con olas de calor récord y una serie de incendios forestales de rápida propagación que han causado numerosas muertes y la destrucción de propiedades y miles de hectáreas de bosques. Grecia, Estados Unidos, Suecia, Australia, entre otros países han sido los más afectados por las llamas abrasadoras.
Los recientes incendios forestales se asocian con un clima cada vez más cálido. Su frecuencia y propagación ejercen una presión sin precedentes sobre las autoridades locales, que deben contenerlos en un plazo muy breve.
En julio, en la región griega de Ática, 91 personas murieron y al menos 164 fueron hospitalizadas después de un incendio que ha sido considerado el segundo más mortífero del siglo XXI en Europa. Todos los servicios de emergencia se movilizaron y muchos países europeos enviaron ayuda para contener las llamas.
En California, Estados Unidos, decenas de miles fueron evacuados, más de 240.000 hectáreas se incendiaron y cientos de casas resultaron destruidas mientras el estado luchaba simultáneamente contra 17 grandes incendios. El esfuerzo para contenerlos ha involucrado a más de 14.000 bomberos de 18 estados del país.
Los incendios forestales son parte de la naturaleza y juegan un papel importante en la configuración de los ecosistemas ya que actúan como agentes de renovación y cambio. Sin embargo, además de destruir las propiedades, la fauna y la vida humana, también ponen en peligro la salud humana y contribuyen al cambio climático al liberar a la atmósfera gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso.
FUENTE: https://www.unenvironment.org/es/news-and-stories/reportajes/verano-en-llamas-un-indicador-de-la-salud-de-nuestro-planeta
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