Es necesario mejorar la gestión forestal
Una asociación internacional para la conservación y mejora de los bosques alertó hoy que los fenómenos climatológicos extremos y los desastres naturales supondrán una amenaza cada vez mayor para los bosques del planeta en los próximos años, por lo que se requiere una cooperación más estrecha entre regiones y países.
La alerta fue realizada por la Asociación de Colaboración en materia de Bosques (ACB) un mecanismo que abarca a 14 organizaciones internacionales y secretarías, con motivo del lanzamiento de una nueva publicación de la FAO: «Perturbaciones abióticas y su influencia en la salud de los bosques».
Entre 2000 y 2009 tuvieron lugar en todo el mundo cerca de 4 000 fenómenos extremos, las denominadas «perturbaciones abióticas», tales como: ciclones, inundaciones, desprendimientos de tierra, tornados, terremotos, erupciones volcánicas y «megaincendios» forestales. De forma reciente, hay que incluir fenómenos producidos por el hombre, como la contaminación radiactiva y los vertidos de petróleo.
La ACB ha solicitado a los responsables forestales que apliquen políticas forestales tales como la diversificación de especies, utilizar barreras contra el viento y cultivos mixtos para proteger a los bosques de las catástrofes, reduciendo los riesgos y el impacto de los fenómenos extremos.
«Se espera que las perturbaciones continúen incrementándose en intensidad, cantidad y frecuencia», aseguró Eduardo Rojas-Briales, Director General Adjunto de la FAO para Bosques y Presidente de la ACB. «La gestión forestal adaptativa -añadió- que involucre a todos los sectores y partes interesadas es esencial para proteger los recursos forestales mundiales. Y debido a que estas perturbaciones no respetan las fronteras, la cooperación regional o internacional es muy necesaria».
Entre los ejemplos de las alteraciones bióticas y su impacto en los bosques figuran la fuerte tormenta que sufrió Suecia en 2005, que arrancó o dañó a los árboles en más de 1,2 millones de hectáreas de bosques. También el ciclón tropical «Sidr», que golpeó a Bangladesh en 2007, afectando a casi nueve millones de personas y dañando cerca de 1,5 millones de viviendas y unos cuatro millones de árboles, y el terremoto y consiguiente tsunami ocurrido en la región central de Chile en 2010, que mató a más de 700 personas y produjo pérdidas económicas de más de 30 000 millones de dólares EEUU en el país latinoamericano.
Minimizar los daños de los fenómenos extremos
La propia condición de los bosques puede influir en los fenómenos extremos. Por ejemplo, la deforestación y la mala gestión pueden incrementar las inundaciones y los desprendimientos de tierras durante los ciclones. La degradación de los manglares pueden aumentar los daños provocados por las tormentas o los tsunamis.
Las observaciones realizadas en las Maldivas han demostrado que los bosques costeros son más resistentes a los impactos de un tsunami cuando permanecen inalterados y como bosques mixtos. Las dunas de arena, los manglares y los arrecifes de coral ayudan a reducir la energía de las olas de los tsunamis, al tiempo que retienen el suelo y ofrecen condiciones seguras para el desarrollo de la biodiversidad. Aunque los manglares maduros son bastante resistentes a los aumentos del nivel del agua, existen límites para esta capacidad de resistencia.
En 2004, cuando el tsunami del Océano Índico alcanzó Indonesia, destruyó cerca de 49 000 hectáreas de bosques costeros (excluyendo los manglares), y daño en forma importante entre
300-750 hectáreas de manglares, con unas pérdidas económicas de 21,9 y 2.5 millones de dólares EEUU respectivamente. Pero con una mejor gestión de los bosques costeros y los manglares, se podría haber reducido este tipo de consecuencias en forma significativa.
«Los proyectos financiados por la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT) para rehabilitar los manglares dañados por el tsunami en el delta del Ayeyarwady en Myanmar, en las provincias de Phang Nga y Ranong en el sur de Tailandia y en muchos otros países, ayudan a garantizar que en el futuro los fenómenos climáticos extremos y/o los tsunamis serán menos dañinos para las comunidades locales que el evento trágico ocurrido en 2004 en el Océano Índico», aseguró Emmanuel Ze Meka, Director Ejecutivo de la OIMT.
Adaptarse al cambio climático
Los esperados incrementos en la frecuencia y severidad de la presión de la sequía y el calor asociada al cambio climático pueden alterar de forma fundamental la composición y estructura de los bosques. Los incrementos en la mortalidad de los árboles preocupan especialmente, ya que los árboles caídos emiten también una gran cantidad de carbono a la atmósfera.
Aún más, la disminución de la pluviosidad y las sequías más severas, como la que afecta en la actualidad al Cuerno de África, se espera que ejerzan una fuerte presión en la población africana que depende de los bosques para obtener alimentos, agua potable y cubrir otras de sus necesidades básicas.
«La planificación de la adaptación al cambio climático se ve frenada por la falta de información sobre los impactos actuales y futuros de este cambio», señaló Steve Makungwa, de la Red de investigación forestal en el África subsahariana (FORNESSA, por sus siglas en inglés), una iniciativa que ha trabajado con la Unión Internacional de Organizaciones de Investigación Forestal (IUFRO) en los efectos del cambio climático sobre los bosques africanos. «Hay una necesidad de proyecciones fiables a nivel regional, así como de sistemas de alerta temprana que requieren inversiones en investigación e infraestructuras para el seguimiento», explicó Makungwa.
En noviembre de 2011, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) lanzará un Informe Especial sobre la gestión de riesgos de fenómenos extremos y desastres para la adaptación temprana al cambio climático. El informe pretende convertirse en un recurso para que los responsables de la toma de decisiones puedan gestionar de forma más eficaz estos fenómenos.
Con antelación a este informe, los socios de la ACB han hecho un llamamiento a los responsables forestales para que desarrollen estrategias para adaptarse a las futuras sequías, reduciendo la densidad de árboles para reducir la competencia por el agua, seleccionando plantas con una mejor resistencia a la sequía, y pasando del monocultivo a bosques con gran riqueza de especies.
Gestionar de forma eficaz los bosques del mundo no sólo reduce los riesgos de daños en desastres futuros, sino que también ayuda a la mitigación y la adaptación al cambio climático a nivel mundial.
Fuente: www.fao.org