La importancia de la biodiversidad y los ecosistemas va más allá incluso de lo que imaginamos. En esta ocasión la sorpresa la traen los árboles, su inteligencia para sobrevivir y cooperar entre sí, e incluso servirse de unos diminutos microorganismos que se encuentran en sus raíces para intercambiar carbono.
La inteligencia de las plantas
No tener movilidad hace que las plantas agucen en ingenio, y establezcan unas relaciones de solidaridad entre ellas que no abundan en el reino animal, explica Stefano Mancuso, director del laboratorio de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia.
Intercambiar recursos vitales
El intercambio de carbono entre árboles lejanos o cercanos, con las raíces injertadas o no, es un hecho. Según un artículo publicado en la revista Science los árboles intercambian el carbono con sus vecinos, sean o no de la misma especie.
El carbono, que obtienen a partir de la luz solar mediante la función de la fotosíntesis es esencial para sobrevivir. De no contar con suficiente dióxido de carbono y almidón las 24 horas del día no podrían sobrevivir, por lo que se trata de un asunto vital para ellas.
De ello depende la elaboración de la savia, su alimento. Lo elaboran, en concreto, gracias a la transformación del carbono en azúcares, para lo cual necesitan el agua y las sales minerales que absorben las raíces.
De este modo, precisan una serie de condiciones para salir adelante, fundamentalmente el agua y minerales que obtienen de la tierra sumados al sol que absorben a través de las hojas. Finalmente, desprenden el oxígeno, razón por la que actúan de sumideros de carbono para el ser humano, al tiempo que constituyen auténticos pulmones naturales.
En 1999 el equipo inició un experimento para analizar el comportamiento de los árboles como grandes sumideros de carbono. Los científicos querían conocer mejor su comportamiento de cara a poder ser de ayuda para absorber las grandes cantidades de gases de efecto invernadero que liberamos a la atmósfera.
Para ello fumigaron los cinco abetos durante varios años con un tipo de carbono que permitiera su seguimiento (carbono-13), marcado con un isótopo específico que les permitía seguir el rastro. Fue así como descubrieron, anonadados, que el carbono había migrado también a otros árboles, incluyendo los que no estaban cerca.
Gracias a este increíble hallazgo descubrieron que rastrear el flujo de carbono significaba descubrir una interconexión realmente inesperada.
Formaban una asociación con los árboles denominada micorrizas, una asociación permite a los primeros alimentarse, pues el carbono transformado en azúcares es su alimento, y al tiempo los hongos proporcionan nutrientes al suelo.
De este modo, las plantas hasta el 80 por ciento de nitrógeno y fósforo, un abono necesario para crecer. En suma, cada árbol, cada planta está clavada a su suelo, pero gracias a los hongos los vegetales pueden conectarse con plantas de su misma especie u otras. Por lo tanto, gracias a las micorrizas la savia llega a otros árboles que pertenecen a esa red.
Fuente: http://www.ecologiaverde.com/los-arboles-se-ayudan-e-intercambian-carbono/#ixzz46UuwpVSd
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