Habitan una parte contaminada de la principal ciudad de Costa de Marfil, con poco empleo y una población en aumento, pero los residentes de los barrios pobres de Abidjan disponen de un inusual respiro: una extensión inmaculada de selva.
Desde sus chozas de madera y casas de concreto sin pintar junto a la autopista en el extremo del Parque Nacional de Banco, los millones que viven al norte de Abidjan no necesitan lección alguna sobre su valor.
«Este bosque es algo maravilloso», dijo el operario textil Sebastien Coulibaly, de 35 años, frente a la altísima masa verde de vides y árboles en forma de brócolis.
«Nos ayuda a respirar mejor, vivimos con tranquilidad gracias a él. A veces llevamos a nuestros hijos a pasear allí. Debemos protegerlo, porque nuestro planeta no será nada sin nuestros bosques», expresó.
La industria maderera, la agricultura y el conflicto armado todavía amenazan a las junglas de Africa, que incluyen la Cuenca del Congo, la segunda mayor en el mundo después del Amazonas, pero los analistas conservan las esperanzas.
Un nuevo estudio global sobre la tala ilegal por parte del grupo de expertos Chatham House de Londres indicó que desde el 2002 la actividad se había reducido a la mitad en Camerún, en una disminución dos veces el promedio global.
A comienzos de este año la Unión Europea firmó acuerdos con Ghana, Camerún y la República del Congo para endurecer las restricciones sobre la tala, de cara a una veda de la UE sobre madera talada ilegalmente que fue aprobada este mes y entrará en vigencia en el 2012.
«Nos hemos atrevido a sancionar firmas, desde el retiro de permisos a fuertes multas», dijo el ministro de bosques de Camerún Elvis Ngolle.
Las vedas a la tala no apuntan directamente a solucionar la pérdida de bosques producto de otras amenazas como la agricultura, pero los funcionarios esperan que un potencial generador de dinero -las compensaciones de carbono- sí lo haga.
Altas exectativas
Un programa de la ONU para reducir las emisiones producto de la deforestación (REDD por sus siglas en inglés) ha posibilitado a Indonesia, que alberga el tercer mayor bosque del mundo pero está siendo deforestado por firmas de aceite de palma y madereras, recibir 1.000 millones de dólares de Noruega en mayo para revocar las licencias de esas firmas.
La deforestación representa un quinto de las emisiones de CO2 del mundo y el fondo de REDD ya tiene un valor total de 4.000 millones de dólares.
A diferencia de Asia, los Estados africanos no han capitalizado rápidamente la ayuda climática, representan el 2 por ciento de los proyectos de carbono de las naciones en desarrollo. Pero muchos tienen esperanzas de cambiar eso.
Un fondo del Banco de Desarrollo Africano fue creado en el 2008 para la Cuenca del Congo, un bosque de 200 millones de hectáreas que se extiende sobre nueve países y almacena, según el banco, 25.000-30.000 millones de toneladas de carbono, que actualmente en Europa se cotizan a 14 euros por tonelada.
El fondo apunta a armonizar los impuestos forestales, compartir datos sobre la ecología, cooperar en materia de control y proyectos de auspicio comunitario que alienten la protección de las selvas, como la producción de miel.
«Son extremadamente altas las expectativas de que esto nos permitirá preservar el bosque, restaurar lo que ha sido arruinado y pagarles a estos países por sus servicios ecológicos», dijo a Reuters Patrice Wadja, funcionario de operaciones del fondo.
El presidente de Gabón, Ali Bongo, busca ser el primero en la línea. Ha prohibido las exportaciones de madera sin procesar y en mayo creó un consejo climático que debe idear un plan REDD para el 80 por ciento de sus selvas antes de la cumbre climática de diciembre en Camerún.
De los bosques a las granjas
A pesar de los desafíos, los expertos piensan que los bosques de Africa al menos tienen una oportunidad tan buena como los de Brasil o Indonesia.
La tasa de destrucción forestal es generalmente más lenta: 0,16 por ciento al año en la Cuenca del Congo, comparado con el 11 por ciento en Indonesia, dijo Wadja, porque Africa central en gran medida se ha salvado de la deforestación a gran escala para la agricultura.
La deforestación en el oeste africano es mucho mayor, impulsada por la tala y el desmonte para planta cultivos redituables, especialmente cacao. Es un tema tan delicado que Reuters no pudo obtener permiso para visitar algunas selvas en Costa de Marfil, el principal productor.
«Al momento de la independencia, teníamos 16 millones de hectáreas de selva. Hoy tenemos 6 millones, la superficie perdida ahora está ocupada por granjas», dijo el técnico forestal e hidráulico marfileño Yamani Soro.
La mejora de los rendimientos con fertilizante y pesticidas es clave, si bien las reformas han quedado bloqueadas por la crisis política post guerra civil de Costa de Marfil.
Naciones más secas en el cordón de Sahel, con escasas selvas, están planeando sembrar árboles. Presidentes de Senegal a Yibuti acordaron en Chad el mes pasado construir una «muralla verde» de miles de kilómetros de largo con fondos del FMI.
Pero incluso a medida que Africa reduce la tala ilegal y siembra árboles, otra amenaza se avecina: las compañías asiáticas de aceite de palma tienen el ojo puesto en las selvas de Africa para alimentar sus crecientes poblaciones.
Liberia ha firmado acuerdos con dos y China propuso el martes un gran proyecto en la República Democrática del Congo.
«Los grandes desconocidos son los chinos. Están considerando el interior para explotación, incluyendo la palma», dijo la conservacionista Terese Hart, quien ha trabajado en RDC durante décadas.
Fuente: el Universo