En un barrio popular, con fragmentos de madera tropical, un artista crea escenas de nuestra cultura y su gente.
Ocurre en la Isla Trinitaria de nuestro Guayaquil profundo. Ahí Tomás Jácome, con maestría y persistencia ejerce la taracea, una antigua técnica artesanal que él combina con otras artes ancestrales. Este guayaquileño de 62 años uniendo un sinnúmero de piezas de madera costeña crea objetos de arte.
Cuadros de diversos formatos con escenas del Guayaquil antiguo, casas de hacienda y sus campesinos, también sobre el mundo que gira alrededor de nuestros productos como el banano, el cacao, el café y sus gentes. Sobre el árbol de guayacán cuando florece con mágicos colores o vaqueros montubios arreando cabezas de ganado. Últimamente va más allá de lo figurativo e incursiona en lo abstracto.
Su arte con la madera comenzó hace 39 años después de laborar como ayudante del vitralista chileno Guillermo González en la restauración de nuestra Catedral.
“Mi temática es sobre nuestra historia e identidad, siempre he trabajado con la misma técnica y siempre utilizando solo maderas de nuestro trópico y tengo un abanico de colores que me da la naturaleza por medio de la madera”, dice mientras trabaja sobre un soporte de madera en el que reposa la escena de un cuadro sobre el mundo del banano.
Entonces explica que la naturaleza es su amplia y colorida paleta. Porque el color de la mazorca del cacao lo encuentra en el bálsamo, el cedro rojo o el castaño oscuro. El color café en las distintas tonalidades en otras cinco maderas. Los tonos claros en el palo de vaca. El color amarillo en una madera de dicho nombre y en el moral que tiene el color de una yema de huevo. Los tonos rojizos se lo regala el cedro. Representa al cielo con el amarillo y el dormilón porque poseen vetas horizontales y nudos con formas de nubes y con el palo de vaca por sus texturas a mares y ríos.
La materia prima se la traen del campo y la Península o la adquiere en los depósitos. Pero relata que las más preciosas y antiguas no las compra, sino que le llegan por el reciclaje realizado en la ciudad.
Una cómoda vieja que botaron resulta que es de bálsamo, guayacán o amarillo, cuenta emocionado. Esa madera se la lleva al maestro ebanista para que la corte en láminas a lo largo para reutilizarlas.
Sus herramientas son una sierra de joyero que le sirve para cortes precisos y un juego gubias para tallar las piezas que reemplazan al dibujo.
Pero el oficio de Jácome es una suma de técnicas: dominar el corte de la madera apropiada, el dibujo, la talla, la escultura, etc. El taraceado conmigo va enriquecido porque yo también aplico volumen, comenta mientras trabaja en su casa.
En una obra, según el tamaño: desde el más pequeño de 30 por 50 centímetros o los grandes de 100 por 70 centímetros, emplea de un mes a dos meses. Tomás Jácome continúa forjando escenas figurativas de nuestra cultura popular.
Fuente: El Universo
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