Árboles de antaño que cedieron su espacio para la urbanización

De los 344,5 kilómetros cuadrados de superficie que tiene Guayaquil, el 4,4% corresponde a espacios verdes, de acuerdo con la Dirección de Áreas Verdes, Parques y Movilización Cívica de la Municipalidad de Guayaquil. La mayor parte de árboles se concentra en los bosques protegidos, que alcanzan el 13,55% del área total del cantón, y el resto entre parques, avenidas, y algunos ejemplares sobreviven entre las casas, los cables de energía eléctrica o telefónicos y los automóviles.

Al escuchar Guayacanes, Samanes, Sauces, Guasmo o Ceibos, la primera referencia es un espacio lleno de viviendas, tiendas y más detalles de la ciudad más poblada del país. Son ciudadelas con miles de habitantes, pero también son nombres que quedaron como vestigio de una ciudad antes poblada de árboles, cuyo espacio se tomó para acoger a los recién llegados y a sus generaciones.

Conocer las medidas tomadas con estas especies durante el proceso de urbanización es muy difícil, explica José Núñez, director de Urbanismo, Avalúos y Registros del Municipio de Guayaquil, pues en la institución no existen datos sobre este proceso, un crecimiento que se dio de manera irregular y desorganizado, detalla.

En sectores como Guayacanes, Sauces y Guasmo no se encuentran ejemplares de esas especies, acaso alguno escondido o confundido entre otro tipo de vegetación, describe el biólogo James Pérez, director del Jardín Botánico de Guayaquil, quien junto con la doctora en botánica de la Costa ecuatoriana Flor de María Valverde, están en proceso de elaboración de un libro dedicado a especies forestales de la Costa.

En Los Ceibos hay algunos gigantes que se destacan entre el cemento, pero a más de esto, las ciudadelas no se reconocen por su vegetación, al contrario, ni los mismos habitantes los diferencian entre los algarrobos y las palmeras que predominan.

En la ciudadela Samanes, en el norte de la ciudad, las especies del mismo nombre forman parte de la cotidianidad de los habitantes y algunos hasta les han dado un uso para sus intereses. En los árboles de la calle Francisco Rizzo, por ejemplo, se sostienen letreros que anuncian desde almuerzos, hasta servicios de albañilería.

El samán, que puede alcanzar hasta 25 metros de alto y 50 centímetros de diámetro, de ramas horizontales que crecen en forma de paraguas, predomina en la zona como un habitante más, excepto en la avenida principal, la Francisco de Orellana, donde ha sido reemplazado por palmeras.

Ante el uso de estas, el director de Urbanismo del Cabildo local, arquitecto José Núñez, explica que pese a las críticas que han recibido de parte de biólogos, que indican que la función de fotosíntesis es mínima en comparación con los árboles frondosos, “se seguirán usando a favor de la correcta visibilidad de los conductores”, y reconoce que diseños como la avenida del Bombero tienen falencias, que se pudieron tomar otras medidas para evitar el traslado de los ceibos que dominaban en el sector o, al menos, mejorar los mecanismos para evitar su muerte, pero que esta vía era sumamente necesaria para descongestionar el tránsito de la ciudad.

Otra especie cuyo nombre se quedó solo como símbolo de su existencia es el sauce. En Guayaquil se encuentran dos variantes: blanco y llorón. El primero puede medir hasta 25 metros, pero su copa es estrecha; mientras el segundo llega a los 14, pero sus ramas se extienden de forma horizontal y luego siguen en dirección del suelo. Ambos tipos son provenientes de Asia, pero fueron introducidos desde la conquista española y se adaptaron de inmediato al hábitat tropical de la zona, especialmente cerca de los ríos.

Al grupo se une el guayacán, especie que no sobrepasa los 20 metros de altura y su tronco llega a 50 centímetros de diámetro, pero cuya madera es una de las más apetecidas para la fabricación de muebles, y en la época de la colonia incluso se la utilizaba para la construcción de embarcaciones o como pilares de viviendas.

Al otro extremo, en el sur de Guayaquil, en el sector del Guasmo, ya no se destacan los árboles por los cuales se le atribuyó el nombre. Esta especie de no más de 15 metros de altura, y cuyo tronco llega a 60 centímetros de diámetro, desapareció a medida que crecía la densidad poblacional del sitio.

Samán, sauce, guayacán, ceibo y guasmo, más que una dirección, son especies que cedieron su espacio a costa del crecimiento urbano.

Fuente: El Universo